Graffiti: ¿Arte o vandalismo?

¿Hablar a través de los signos?
El hombre en sus manifestaciones sociales ha demostrado la certeza de este
planteamiento, y en los últimos siglos se ha extendido el pensamiento tal vez
facilista que asegura que “una imagen vale más que mil palabras”, dando
completa utilidad a los simbolismos de los signos lingüísticos. Para muchos,
una buena imagen es más diciente que un texto descriptivo, realidad que el arte
urbano o “street art” ha aprehendido y manejado a su favor. Como expresión de
libertad, el ser humano en su naturalidad más bien religiosa que roussoniana
tiene derecho a su libre desarrollo de la personalidad, de sus ideologías,
entre muchas otras, y como mínimo a expresarse, facultad vital para el
individuo humano.
El grafiti es una forma de
comunicación social que sirve para expresar aquello que no puede salir por los
medios institucionales. Visto únicamente como un medio de expresión debe ser
considerado completamente sano, pero el hecho de pertenecer a la cultura del
“Hip Hop” hace que sea rechazado por muchos al verlo escandaloso, especialmente
para las élites. De todas maneras, este interés suscitado en todas las gentes
por parte del graffiti da amplio sentido a nuestras investigaciones, y a
nuestro cuestionamiento en desarrollo.
El arte se entiende como cualquier actividad del ser
humano realizada con una finalidad estética o comunicativa, a
través del cual se expresan ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, mediante diversos recursos. El arte
es un componente de la cultura, reflejando en su concepción los sustratos económicos y sociales, y la
transmisión de ideas y valores, inherentes a cualquier cultura humana a lo
largo del espacio y el tiempo.
Teniendo en cuenta el concepto de arte, no hay por qué
excluir de él al graffiti. “El arte es el
hombre agregado a la naturaleza" aseguró Vicent Van Gogh; por su parte
Albert Einstein proclamó que “el arte es la expresión de los más profundos
sentimientos”; Adolf
Loos, un importante arquitecto austriaco aseguró que “el arte es la libertad del genio; Paul Klee, un pintor
alemán, expresó que “El arte no reproduce aquello que es visible sino que hace
visible aquello que no siempre lo es”. Estos conceptos, aunque subjetivos, no
se contraponen, todo hace parte de la universalidad que ofrece el mundo del
arte.
“No
tiene que ser bonito para ser arte”, era el mensaje plasmado estratégicamente en
una pared en Barranquilla en una avenida muy transitada. Iba dirigido
probablemente a quienes intentan cortar las alas de los “graffiteros”.
“En
nuestras ciudades, las nuevas estrategias del graffiti figurativo hacen de él
un arte discursivo que no solamente ha superado en el plano lingüístico la
tradicional consigna política, sino que enmarca lo verbal dentro de una
perspectiva general que tiene a la ironía, el humor, el sarcasmo y la rabia
como huellas enunciativas que posibilitan la transmisión de determinados
contenidos. Nuestro graffiti, a diferencia del neoyorkino o del europeo, ha
logrado mantenerse por fuera de los circuitos comerciales y a asumido muy en
serio el papel de ser una fuente de opinión pública que se enraíza en el
chiste, los refranes, las leyendas, las canciones de protesta, y aun en la
literatura”, manifiesta el semiolingüista Julio Escamilla Morales en su libro
Fundamentos semiolingüísticos de la actividad discursiva.
El
graffiti puede despertar en nosotros muchos sentimientos y sensaciones, desde
admiración hasta un completo desagrado, pero independientemente de la manera en
que sea recibido por el público, el grafiti es una forma diferente de discurso
al decir las cosas de manera distinta a la habitual. Y esto no es obra de
vándalos, sino de hombres que se atreven a hablar sin hablar. Arte.
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